martes, 27 de noviembre de 2012

Manifiesto


En un cruce de miradas
perdí la dirección de mis palabras
y se hizo silencio en mi voz.
Ya sentí el dolor de las puñaladas en el corazón
y ahora he de aprender a curarme las heridas de la piel·
Dame la chispa que me haga arder,
y renacer de nuevo en mis cenizas.
Volar otra vez.
Sonreír,
rompiendo las reglas de pingüinos con chaqueta.
Buscar la música
entre el ruido de pachanga y cubata.
Encontrar de nuevo
a la gente sin miedo a alzar el vuelo
sin mirar la caída.
La sociedad
de pies a cabeza podrida
piensan en seguir la carretera,
yo prefiero caminar campo a través.
Y da igual
si he de echar marcha atrás después.
Seguiré a las nubes
y el viento hará de brújula.
La Luna no ilumina mis pasos,
lo hace una guitarra
pintando en las baoldosas
cada palabra salida del corazón.
Y que se pudran las rosas,
yo regalo margaritas
al que se atreva a darle una patada a la razón.

XI

No me di cuenta de que el aire faltaba a mi pulmones
hasta que sus labios me rozaron.
Ahora tengo miedo a pasear
si no es de su mano.
El tiempo pasó desesperado entre nuestros dedos
haciendo cortas las distancias y más grandes los anhelos.
Perderse entres sus brazos el mejor de los deseos.
El límite llegaba hasta donde llegaban nuestros sueños.
El invierno no acababa
y siempre había lluvia para nosotros.
Daba igual si el Sol brillaba o reinaban las estrellas,
sus brazos eran siempre el mejor abrigo.
'No te marches ahora, quédate conmigo'
y volvían a pasar las horas
como en el vaho de un suspiro.
Tranquilo, siempre entre nubes volando,
colgando de un hilo que sostenía nuestros corazones
suspendidos en el aire.
'Dame un suspiro, no te marches'
pero al hora llegaba
y el destino terminaba con el momento eterno.
Suspendida entre sus brazos hube de marcharme,
con la promesa de volver a volar entre los sueños,
a vivir de nuevo en ningún lugar.

Miedo

Miedo.
El miedo es el puñal que se me clava por la espalda, justo en el centro atravesando mis costillas, perforando mi espina dorsal y la boca da mi estómago. De nuevo está aquí, amenazando con no dejarme escapar de sus garras, diciéndome una y otra vez que nada podrá salir como yo esperaba.
Es ese monstruo bajo la cama, que a media noche te coge y te traga. Que acosa cada rincón de tu casa con sus sombras y te acobarda cual depredador infame, esperando por su presa, babeante y deseoso. Y cuesta de combatir. Cuesta decirle que no. Cerrarle las puertas en la cara y despedirlo con un adiós. Echarlo a la calle a patadas, gritarle al viento que ya no sientes nada y que no te importa cada desgarre y puñalada, que ya te curaste con saliva las heridas del corazón y que no te importa que lo vuelvan a desgarrar, porque el miedo no te agobia, no te tiene atrapada.
Pero sabes que está en un rincón, agazapado esperando por volver y subyugarte. Que adora tenerte entre sus brazos y jugar contigo cual marioneta sin vida ni sentimientos, haciéndote nuevas heridas cada vez más profundas y difíciles de curar.
Entonces te aferras, te aferras a algo, a alguien. Para mi fue alguien. Es alguien. Y aunque es mucho más difícil y doloroso, sé que está ahí, a mi lado, y confío en él. El miedo sigue estando a mi alrededor, pero sé que cuando estoy a su lado, todo se vuelve más claro y las sombras se disipan, dejándome ver el espectáculo de luces reflejadas en sus ojos, la suavidad de la textura de sus labios, y la exquisitez del sabor de su boca. Te coges a él con fuerza, y esperas no separarte nunca, porque sabes que tus heridas se curan despacio, y necesitan de su cariño. Un día tras otro, el miedo queda alejado, dejando ya tan solo el recuerdo de algo pasado, doloroso, pero del que aprendes. Aprendes que de todo se escapa, si tienes un apoyo, y algo junto a ti.