miércoles, 20 de noviembre de 2013

Sin rumbo ni futuro

Llevo tanto sin mirar hacia delante, que perdí el camino no sé dónde, y ahora, en medio del bosque, está empezando a refrescar. Creo que hubo un tiempo en que supe encender fuego, tener algo que me mantuviera caliente, pero esta noche, toca pasar frío, quién sabe si tal vez, llegue la muerte. Pero dudo que nadie llore si me voy, pues me fui hace tiempo, aunque ya nadie lo viera. Dejé, ausente un cuerpo, sin una llave que lo abriera. La puerta cerrada del despacho, del corazón, las ventanas abiertas. De la vida, me cerraron el paso, y dejaron escapar la madrugada. Ahora el Sol, ya no sale por el Este. Perdí el Norte con tus zapatos verdes, y pensé, que tal vez la noche, haría cambiar este horizonte.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La canción de adiós

No quedan más razones para llorar
que las que me diste mientras te marchabas,
tirándome a la cara la verdad
puñalada tras puñalada.
Ahora ya sin rumbo, no se arrancar,
en la estación  me quedé estancada,
viendo el minutero sin avanzar
escuchando de fondo una canción quebrada.
La canción del adiós de nuestros corazones.
La canción que cantabas mientras te alejabas.
Esa rima perdida entre las estaciones,
ese porqué manchado de falsas esperanzas.
Se fueron los motivos de respirar,
me quedé con un suspiro y sin entrada
para el club de corazones podridos
en la ciudad, en barrio de poca esperanza.
Pero para mi ya sonó la alarma
este sueño se acaba esta mañana.

Sonatas de amaneceres rotos


Escuché, a media voz las sonatas
que me cantaba el amanecer.
Dejé en espera
a todas esas ratas
que tomaban turno por mi piel.
Y ahora ya no quedan más mentiras que
las que soñé.
Abajo me espera la despedida
con sabor a hiel.
Déjame olvidarte
solamente un segundo más.
Sabes que yo no soy como la gente,
que mis sueños no se hacen realidad.
Poeta de aguas muertas,
nunca supe sumar.
Y a pesar de todo,
supe amarte,
aunque fuera a mi manera.

martes, 12 de noviembre de 2013

Todos esos grandes pensadores

Nos drenan la sangre. Nos distraen mientras poco a poco nos dejan sin nada, y a la vez pensamos que hacen lo mejor por nosotros. Somos unos bobos, unos idiotas. Desangrándonos poco a poco, no nos fijamos en que lo que ellos quieren es tenernos ocupados. Fútbol, moda, juegos de manos y esa gran venda en los ojos que no deja ver el sol, la luz, el bien. Tenía tanta razón, mi querido Platón. Me costó tanto ver la luz, que ahora en la oscuridad mis ojos se sienten extraños. Ya no quiero este mundo en penumbra. Y me asusta ver como nadie se atreve a subir el peñasco, a pasar la barrear de la ineptitud, a saber la verdad. Qué pena me dan. Siento pena por ellos, porque creen que es lo correcto, y que su caja de sombras les dice la verdad, mientras que los sofistas solo los engañan con palabrería barata. Esos discursos tan elaborados que a la vez no dicen nada, pero nos hacen confiar en ellos. ¿Quién podría mentir con esas palabras tan sabia? Solamente ellos. Pobre Sócrates, incluso tú estabas ciego. No viste tu muerte, por negarte a ver el que el hombre, es un lobo para el hombre. Y es que son las acciones las que determinan como somos, y el hombre no es más que otro animal. Peor, es un animal que se niega a aceptar que lo es, y que es estamos todos enfermos. Nuestros dioses están muertos, y nos empeñamos en mantener su cuerpo putrefacto con nosotros, y a pesar de todo eso nos seguimos llamando racionales. ¿Razón? ¿Qué es  a caso la razón?Tal vez sólo una patraña, igual que la libertad. Sólo otra mentira, que con palabras bonitas se cuela en nuestros oídos y se hace mella en nuestro corazón.
Hay tantas cosas que me gustaría decir. Hay tantos grandes a los que recordar...

martes, 22 de octubre de 2013

Desquiciante

Me desquician las personas, el cacareo, la ineptitud. Me desquicia el constante repiqueteo de las palabras sin sentido, y el no saber ser de verdad un amigo. Me pone de los nervios su entusiasmo por la vida, sus ganas de vivir con ataduras, y esa cara tan dura de la gente que vive a costa de los demás. Me enervan las miradas por encima del hombro, la mano que tira la piedra y el que te pone la pierna para hacerte caer. Odio a los que se ríen de las desgracias ajenas, no teniendo el mismo humor para las suyas. Y a veces me gustaría limpiar el mundo, pero yo me iría también por el embudo, pues no soy quién para juzgar lo que es inmundo en esta sociedad de desperdicios.
Se le fue por piernas la mentira.
Se quedó sin sangre la pasión.
Se cerraron las salidas.
Ahora, sólo queda, decir adiós a la razón.
Puede que no fuera más que el tiempo,
que los suspiros entre palabras
y los sueños entre almohadas.
Puede, que no fuera otro momento que el perdido
que el que ya no está
y que el que nunca estuvo.
Y mientras a mis espaldas los susurros se acentúan,
se hace más pequeña mi coraza.
Se quedan sin oxígeno mis berridos,
sonando a llantos ahogados,
entre los cuchillos de tus dientes
y las palmas de tus manos.
Adiós al sueño dulce,
a la palabra maldita,
a las azules miradas...
Decir adiós no es tan difícil
si no piensas en todo lo que dejas atrás.
Irse sin girar la mirada,
dejando vivir a la dulce Eurídice,
pero sabiendo
que jamás volverás a verla
tal y como era antes.